Apenas estamos a un mes de que se cumpla un año de la llegada de Zaragoza en Común y del alcalde Pedro Santisteve al poder y sólo los muy entusiastas pueden negar que estamos ante un año perdido. El gobierno que llegó al Ayuntamiento de Zaragoza bajo el lema de devolver la ciudad a los ciudadanos y de acabar con la emergencia social, no sólo no ha hecho ni una cosa ni la otra, sino que ha sumido a la ciudad en una situación de paralización más que preocupante y ha demostrado una manifiesta ausencia de ideas y de competencia para llevarlos a cabo.
No es nada nuevo que las carencias políticas y de proyecto se pretendan camuflar mediante una exacerbación del discurso ideológico, apelando constantemente a los sentimientos de pertenencia a una determinada “tribu” ideológica. Esta conducta ha sido seguida de forma milimétrica por Zaragoza en Común. Confundiendo una cierta iconoclastia con un ejercicio (obsceno en ocasiones) de postureo, el gobierno de Zaragoza en Común nos ha obsequiado a los zaragozanos con toda suerte de gesticulaciones histriónicas en forma de banderas, posturitas, bandas al viento y demás, con los que disimular su completa falta de propuestas de calado y su incapacidad para sacar adelante la gestión ordinaria.
Si esto hubiera sido todo, nos encontraríamos ante una simple forma folclórica de entender la política, pero lamentablemente no ha sido así. Zaragoza en Común no sólo ha pretendido ocultar sus carencias a base de gestos para la galería, sino que lo ha hecho emprendiendo una auténtica caza de brujas contra la gestión del anterior gobierno socialista de la ciudad. Y lo que es peor, contra funcionarios y gestores municipales que nada tiene que ver con el PSOE y cuyo gran pecado es, en unos casos, haber colaborado lealmente como servidores públicos con los gobiernos anteriores y en otros, hacer simplemente su trabajo que no es otro que anteponer la legalidad y los intereses municipales a los planes políticos del gobierno.
Desde la misma llegada al poder de Zaragoza en Común hemos visto cómo sus miembros, empezando por el propio alcalde, han dedicado sus mayores y mejores esfuerzos a cuestionar la gestión anterior en lugar de legitimar su presencia en el gobierno por la fuerza de sus propuestas, probablemente porque éstas sencillamente no existen. Un sencillo ejercicio de memoria nos recuerda cómo el área de urbanismo paralizó “por si acaso” proyectos como el Parque de Bomberos de Casetas, el convenio de la Romareda o la reforma de la Calle Oviedo o del alumbrado de Ríos de Aragón en la Avenida de Cataluña. O más tarde, aquella pretendida auditoría ciudadana de la deuda que quedó en un simple informe de ejecución presupuestaria, o quizá lo más grave, las acusaciones contra el anterior gobierno por la liquidación de la contrata de TUZSA que derivó en una querella sin fundamento alentada e inspirada por el Gobierno de ZEC.
Lejos de remitir, ésta actitud revisionista, se ha visto acrecentada en las últimas semanas y dirigida esta vez no sólo contra los responsables políticos de los anteriores gobiernos, sino contra técnicos y funcionarios municipales que colaboraron lealmente con esos gobiernos. No es casualidad, apenas unos días después de que el concejal de personal, Alberto Cubero, afirmara tener poco feeeling con los altos funcionarios del Ayuntamiento, hemos asistido a auténticas campañas de desprestigio contra el gerente de Ecociudad, el de Desarrollo Expo o el exjefe de la Asesoría Jurídica. Campaña contra su honor y prestigio profesional que carece por completo de fundamento y que se deben, sencillamente a una genuina persecución política. Una persecución que ha tenido un último episodio grotesco en la incursión semiclandestina del Alcalde en las oficinas de la Fiscalía para denunciar la gestión de Ecociudad, al margen del Consejo de Administración y sin ningún informe jurídico que lo respalde. Tal y como ha anunciado nuestro portavoz, Carlos Pérez Anadón, el PSOE va a pedir explicaciones detalladas sobre este asunto al Alcalde de Zaragoza.
Pero afortunadamente, este marcartismo local postmoderno puesto en marcha por ZEC tiene bien poco recorrido. Paso a paso, pero inexorablemente, los tribunales y los distintos servicios municipales van poniendo las cosas en su sitio. Si la semana pasada, el Juzgado de Instrucción archivaba la querella contra el anterior gobierno socialista por la liquidación de TUZSA, unos días después, el Tribunal Superior de Justicia de Aragón avalaba el recurso presentado por el gobierno socialista y criticado duramente por ZEC ahorrando a la ciudad nada menos que 45 millones de euros de la revisión de precios también a la extinta adjudicataria del bus urbano, TUZSA. Pero no sólo. Esta misma semana, hemos visto como aquella inspección sorpresa de la depuradora de La Almozara que protagonizaron en otro más de los hitos de este dúo ya mítico formado por Alberto Cubero y Teresa Artigas, quedaba en nada que no fuesen los infundios vertidos contra los gestores de Ecociudad por no plegarse a las intenciones remunicipalizadoras del Gobierno de ZEC.
Estamos convencidos de que en las próximas semanas, irán cayendo uno a uno todos los intentos de desprestigio que ZEC lleva intentando poner en marcha contra los gobiernos socialistas que transformaron como nunca la ciudad de Zaragoza durante los 12 años que gobernaron la capital aragonesa. No nos preocupa. A lo sumo nos irrita que algunas de las resoluciones judiciales, como la que exonera de responsabilidad al anterior jefe de la asesoría jurídica, lleguen tarde para evitar su cese. Los socialistas estamos convencidos de que los zaragozanos y zaragozanas empiezan a estar cansados de gestores incapaces de resolver durante 4 meses la peor huelga de autobuses de la historia mientras dedican sus esfuerzos a rebuscar algo con lo que ensuciar la trayectoria de los adversarios políticos. El tiempo dejará las cosas claras.